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(Casi) todo es trauma. Qué nos dice la neurociencia sobre la arteterapia como vía de superación.




Cuando las personas llegan a mi consulta de arteterapia y terapia gestalt, rara vez son conscientes de que han experimentado un trauma.


Carolina (nombres ficticios), me contactó por sus sentimientos de tristeza, y no fue hasta después de varias sesiones que no se dio cuenta de la relación de estos sentimientos con la falta de atención que había recibido en su infancia, y su necesidad de cuidar de sí misma.


Julia se interesó por la arteterapia para explorar su creatividad, y a través de sus pinturas descubrió y pudo sanar el tremendo dolor que aún sentía por la temprana y desgarradora pérdida de su madre.


Roberto decidió iniciar la terapia para trabajar su baja autoestima y su sentimiento de soledad, y durante el proceso se dio cuenta de que sus sensaciones tenían que ver con la difícil relación con su padre, que solía ser muy autoritario. A lo largo de los meses pudo abrirse a mostrar su vulnerabilidad, y su relación de pareja mejoró profundamente.


Y es que cuando pensamos en el trauma a menudo nos viene a la cabeza el maltrato físico, la violación, los accidentes o catástrofes naturales. Enormes eventos que impactan indudablemente en la vida de las personas. Quien ha tenido una de estas vivencias recordará para siempre ese día que alteró para siempre su salud física y mental.


Lo que la mayoría de las personas no saben es que también producen un trauma situaciones a veces pequeñas, invisibles, sostenidas en el tiempo, y por eso, muy difíciles de recordar. La falta de cuidado y respeto, la invalidación, los abusos psicológicos, o la carencia de un entorno seguro y de confianza son experiencias mucho más difíciles de nombrar y ubicar en la memoria, aunque tengan semejantes efectos.


El trauma que se transmite de generación en generación, también puede ser como el enorme elefante en la habitación, que afecta a toda la familia de forma invisible. Y si tenemos en cuenta que nuestra generación es heredera de las tremendas barbaridades que debieron vivir nuestros abuelos y abuelas en el periodo de la I y II guerras mundiales, no es tan descabellado pensar que prácticamente todos llevamos en nuestras carnes el trauma.


Síntomas de estrés, un sistema nervioso constantemente alerta o sobreactivado, ansiedad, baja autoestima, irritabilidad, emociones intensas, dificultades en las relaciones, y sensaciones físicas alteradas ante determinadas situaciones cotidianas. Como cuando no puedes explicar por qué te duele la cabeza cada vez que se rompe un plato, o te pone de los nervios subir a un ascensor, escuchar esa canción, o el olor de la salsa de tomate.


Y es que el trauma más complicado se desarrolla precisamente en el entorno cotidiano, y a menudo resulta imposible de recordar de forma racional, pero, como afirma Bessel van der Kolk, el cuerpo sí conserva esa memoria, “El cuerpo lleva la cuenta”.


La neurociencia ha realizado en las últimas décadas importantísimos aportes para comprender mejor el trauma, y el por qué de la dificultad para recordar las vivencias, que guardan su impacto emocional en el cuerpo. Se sabe que las memorias traumáticas son almacenadas en el hemisferio derecho, así como que el trauma relacional temprano afecta el desarrollo de este hemisferio, en las áreas relacionadas con el procesamiento de las emociones, sensaciones corporales y socialización. Por suerte también se ha demostrado la plasticidad del cerebro, y por tanto la posibilidad de recuperación.


Pero, ¿por qué ante los mismos eventos unas personas son traumatizadas mientras que otras consiguen superar el dolor? El impacto del trauma dependerá no solo del evento en sí, sino de los recursos con que cuente la persona para afrontarlo. Como en el cuento de los tres cerditos, una casa bien construida, con materiales sólidos, no se caerá, por más que sople el lobo. Las casas sin soporte ni estructura no tendrán esa misma suerte, así como las psiques más desprotegidas.


Por lo tanto, como bien se pregunta mi colega arteterapeuta Carolina Peral, ¿es posible prevenir el trauma? Y bien, obviamente no podemos evitar la incertidumbre y el caos en el curso de la vida, pero sí podemos prepararnos y fortalecer nuestros recursos frente a la adversidad. La investigación sobre la resiliencia nos cuenta que los vínculos afectivos seguros en edades tempranas son protectores, así como el desarrollo de ciertas habilidades individuales como la creatividad, la flexibilidad, la adaptabilidad, así como de una sana autoestima.


La investigación sobre arteterapia está mostrando resultados muy prometedores en este sentido, ya que permite, de manera no invasiva, desarrollar estas fortalezas protectoras especialmente para quienes no han tenido esta oportunidad en la infancia. Las artes han tenido desde el comienzo de los tiempos la función de ayudarnos a expresar nuestras vivencias, y actualmente podemos contar con ellas también como vías terapéuticas y preventivas, a través de la aplicación de diversas formas artísticas como el dibujo, la pintura, el movimiento y expresión corporal, la música, las narrativas, etc.


¿Por qué las artes expresivas son muy efectivas en el abordaje del trauma?

  • Por su capacidad para facilitar experiencias de comunicación más allá de las palabras, que permiten el acceso a estados preverbales, en los que se almacena la memoria traumática.

  • Porque ponen el foco en las fortalezas y en la generación de experiencias positivas y significativas, que permiten a las personas reconectar con su vitalidad y empoderarse.

  • Porque parten de un abordaje integrativo, atendiendo a las dimensiones sensorial, corporal, emocional y cognitiva, que permite la restauración de las conexiones neuronales y la integración de ambos hemisferios cerebrales.

  • Porque facilitan el acceso a los sentidos, a través de la implicación del cuerpo y el contacto con los materiales, y por tanto facilitando experiencias de autorregulación, reconexión y re-sensibilización.

  • Porque se desarrolla dentro de un vínculo seguro y de confianza, donde la narrativa del trauma puede cobrar sentido y ser acogida amorosamente.


En mi experiencia trabajando tanto en la consulta individual como en los grupos que estoy realizando con personas adultas, menores y familias, veo repetidamente que es frecuente que las personas tomen conciencia en las sesiones (o tras las sesiones) de sus vivencias traumáticas, y también que, tras esa toma de conciencia y resignificación, se sientan fortalecidas y revitalizadas, en un proceso que a veces es sorprendentemente breve, y otras veces lleva algo más de tiempo. El gran potencial de la arteterapia es que permite no sólo canalizar la expresión del recuerdo pasado, sino que también permite construir recursos desde el presente, para mirar al futuro con optimismo.


Para muchas personas altamente sensibles y capaces este tema nos toca profundamente. Por un lado, parece ser que las personas neurodivergentes somos especialmente vulnerables, dada la violencia que produce la falta de aceptación y comprensión sistemática del entorno. A la vez el trauma intensifica nuestras sensibilidades, de manera que nuestro sistema nervioso se vuelve hiperreactivo, entrando en estados de alerta permanente, muchas veces sin saber por qué.


En las sesiones de arteterapia podemos encontrar un camino para recuperar de nuevo el bienestar y la calma. A menudo ese camino empieza por un primer trazo, y como siempre digo, hasta el más simple garabato puede ser revelador y ser el comienzo de una gran historia de superación.


Si también quieres darle sentido a tus vivencias, y construir una casa fuerte, con un futuro esperanzador, te acompaño.


En este enlace tienes más información sobre mi trabajo en consulta de arteterapia gestalt para personas altamente sensibles.



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