
Me duele el estómago y las articulaciones hace días. Casi los mismos que están bombardeando Ucrania. Estos dos eventos, que ocurren a miles de distancia y aparentemente no tienen ninguna relación, me han hecho preguntarme cómo estarás viviendo tú esto del posible comienzo inminente de la tercera guerra mundial.
Porque si eres una persona sensible y te afecta ver sufrir a una hormiga, de la guerra no soportas ni hablar. Quizás también te duela el estómago, o la cabeza. Quizás no has parado de trabajar. Quizá te dio por comer, por comprar agua embotellada, papel higiénico, preparar las maletas, llenar el depósito del coche, por si acaso. Quizá te pusiste ya a pensar en adoptar un refugiado. Quizá...
O quizás te ha pasado como a muchas de nosotras que has tratado de evitar en todo momento pensar en ello. Cerrar los poros, porque saber y sentir es insoportable, como me decía el otro día una de las personas con las que trabajo.
Como personas altamente sensibles, para sobrevivir, algunas hemos tenido que aprender a evitar las cosas que duelen, porque tanta empatía duele. Y quizás te preguntes, ¿Cómo es posible ser tan sensible que lloro con las cosas más simples, y sin embargo me puedo sentir a veces también tan fría/o?
Tan fría/o como precario muro de hielo que con tus mecanismos de defensa aprendiste a fabricar para protegerte. Ese que te permite dejar al otro lado de la conciencia todas las barbaridades que suceden a diario en el mundo. Ese con el que puedes día a día funcionar porque a veces el dolor alrededor es tan inmenso que simplemente no puedes. O simplemente estás tan saturada/o, como explica el psiquiatra Fidel Delgado, que no te queda más empatía para dar.
Pero el muro es de hielo y antes o después se desvanece dejando paso al mar detrás. Un mar inabarcable.
Nuestros abuelos y nuestros padres todavía no se habían sobrepuesto del trauma de la pasada guerra, que llevamos impresa en nuestras carnes a través de la epigenética, y hemos vivido toda nuestra existencia con la amenaza de volverlo a vivir. La tercera guerra mundial, la última, la definitiva, de la que ya no se puede escapar en esta trama de destrucción nuclear, calentamiento global y pandemia ¿ya está aquí? Y me pregunto, y te preguntarás, qué hacemos en medio de todo esto las personas altamente sensibles, que no estamos de acuerdo con la venta de armas, ni nos interesa defender nuestras banderas, y que nos abruman los ruidos fuertes.
Pedimos paz y tratamos de construir la paz con las raíces en un pasado doloroso, con un presente incierto, mirando a un futuro que nos cuesta imaginar.
Y entonces me acuerdo de Victor Frankl en el campo de concentración Nazi. Si no has leído su libro "El hombre en busca de sentido" te recomiendo encarecidamente que lo leas. Y también me acuerdo de Marie Curie, manejando materiales radiactivos en su laboratorio con el corazón lleno de dolor por la súbita muerte de su esposo.
Y de Nelson Mandela, abriendo caminos hacia la libertad desde su celda.
Y de Frida Kahlo, con el alma partida en dos por el trauma pintando hasta el final.
Y podría seguir con tantos ejemplos…
Todos ellos altamente sensibles y tan altamente humanos y resilientes. Con esa llama en el alma tan viva como la tuya y la mía. Esa llama que nos conecta, que nos enciende y es capaz de obrar milagros. Esa llama que nos pone al servicio y nos permite ser útiles en la adversidad.
Y con la llama encendida ya no hay ruido tan alto que pueda silenciar la llamada de nuestro propósito. No hay dolor tan inmanejable al que no podamos dar forma con nuestro arte. No hay amenaza tan fuerte que nos saque de nuestro refugio de seguridad interna, porque construir refugios internos es lo que mejor se nos da.
Quizá porque nos costó tanto encontrar la calma es que somos los más expertos en fabricarla y esa puede ser nuestra más importante contribución.
Quizá gracias a que no nos sentimos del todo cuidados/as cuando lo necesitábamos es que hemos aprendido lo importante que es cuidar.
Quizá porque nos hemos pasado tantas horas de nuestra vida con la cabeza en las nubes, podremos también poner al servicio nuestra capacidad de imaginar y soñar.
Como en la película La vida es bella. A veces el espacio seguro que habitamos puede ser un lugar de la imaginación. Para nuestro sistema nervioso y hormonal no hay diferencia.
Y nos va a hacer mucha falta soñar. Necesitamos urgentemente imaginar futuros alternativos, sin bombas nucleares y sin guerras. Necesitamos urgentemente la sensibilidad.
Aquí te comparto mi kit de primeros auxilios para proteger la sensibilidad en situaciones de crisis:
Escúchate. Conócete. Expréstate. Llevar un diario visual de tus emociones puede ser útil. Dibuja o escribe lo que estás sintiendo y lo que te está sucediendo.
Imagina y dibuja tu refugio interno, ese lugar interior donde siempre puedes volver para encontrar tranquilidad. ¿Qué imágenes te traen recuerdos de calma? Dibújalas o haz un collage con ellas.
Identifica qué posibilidades de actuación tienes para sentirte más seguro/a. Focalízate en lo que puedes hacer, y suelta aquello que está fuera de tu control.
Muévete y pasa a la acción. Es una de las mejores estrategias para descargar el cortisol (hormona del estrés) y empezar a sentirte útil frente al sentimiento de impotencia.
Fortalece tus vínculos cercanos. La neurociencia nos ha enseñado que, en situaciones de estrés, lo que más nos calma es el apoyo y contacto de nuestros seres queridos. Busca estrategias para colaborar y encontrar calma en compañía. ¿Sabías que algunas actividades creativas en grupo, como el canto o la danza, han demostrado ser muy efectivas para la superación de situaciones adversas en crisis de todo el mundo?
Respira, acepta y abraza lo que estás sintiendo. No eres débil por sentir miedo, angustia o incertidumbre. Practica la autocompasión y acompáñate amorosamente en tu proceso, sea lo que sea que estés viviendo.
Y si todo esto te resulta insuficiente, si quieres construir tu refugio interno, si sientes la llamada, pero no sabes por dónde empezar a deshacer nudos...
Te acompaño. De corazón a corazón te cuento que mi propósito es estar aquí despierta para acompañarte con eso. Si quieres saber más, te cuento en el siguiente enlace.
Para saber más te recomiendo:
Frankl. V. (1946) El hombre en busca de sentido. Ed. Herder.
López Fdz. Cao, M. (Ed.). (2019). Arte, memoria y trauma: Aletheia, dar forma al dolor. Volumen I: Sobre procesos, arte y memoria. Fundamentos.
Malchiodi, C. A. (2020). Trauma and expressive arts therapy: Brain, body, and imagination in the healing process. Guilford Publications.